El testimonio del detenido de Guantánamo Omar
Deghayes: incluye denuncias de asesinatos no denunciados anteriormente en la
prisión estadounidense de la base aérea de Bagram.
27 de agosto de 2007
Andy Worthington
Es tal la rotación de las noticias que las afirmaciones realmente impactantes
-como las realizadas por el detenido de Guantánamo Omar Deghayes en un dossier
hecho público por su familia hace dos semanas- se convierten a menudo en el
periódico del día sin que nadie les haya prestado realmente atención.
Como parte de un intento de refutar las afirmaciones de algunos sectores de la administración
estadounidense -y en particular de Sandra
Hodgkinson, subsecretaria adjunta de Defensa para asuntos de los detenidos-
de que los cinco residentes británicos (incluido Deghayes), cuyo regreso al
Reino Unido fue solicitado
por el gobierno británico, "seguía siendo considerados una amenaza
significativa", la familia de Deghayes se vio obligada a publicar un
desgarrador dossier de alegaciones hechas por Deghayes a uno de sus abogados en Guantánamo.
Además de las denuncias de las que ya se había informado -que le "dejaron ciego de un
ojo después de que un soldado le hundiera el dedo en él", que le
"untaron la cara con excrementos humanos" y que le amenazaron con
devolverle a Libia, donde agentes de inteligencia libios (traídos a Guantánamo
por la CIA) le dijeron que le matarían-, el dossier también contiene denuncias
de las que no se había informado anteriormente, entre las que se incluyen
afirmaciones de que sufrió abusos sexuales -aunque añadió que "no puede
soportar revivir los detalles hasta que sea puesto en libertad", y
explicó: "Es muy angustioso y triste volver a repasarlo y
recordarlo"- y denuncias de que fue sometido a descargas eléctricas bajo
custodia paquistaní en Lahore, donde, según dijo: "Cuanto más grite, se
reirán y lo volverán a hacer... mis gritos son en vano."
Tras ser trasladado a la prisión gestionada por Estados Unidos en la base aérea de Bagram, donde él y
otros fueron transportados "en posición de tortura", Deghayes explicó
que lo encadenaron en una jaula con las manos estiradas por encima de la
cabeza, "provocándole asfixia", que estuvo 45 días sin comer y que lo
sometieron a tortura con agua: "Me tienen desnudo por la noche, helado, y
me tiran cubos de agua, llenan el cubo y me lo vuelven a tirar. Tiemblo y
tiemblo mucho e intento sentarme para entrar en calor. Me dan patadas y
puñetazos y me dicen que me levante hasta que caigo al suelo debilitado".
Tras su traslado a Guantánamo, Deghayes dijo que le "pegaron el primer día", revivió sus
experiencias con los equipos de la Fuerza de Reacción Extrema (ERF), que le
cegaron y le "golpearon repetidamente", y explicó que a los detenidos
les ponían "inyecciones misteriosas". También dijo que un
interrogador del FBI -que se hacía llamar Craig- le dijo que se enfrentaría a
la ejecución y que no tendría un juicio en condiciones. "Muchas
veces", dijo, "un interrogador del FBI llamado Craig me dijo: 'Omar,
esto no se parece en nada a la ley que estudiaste en el Reino Unido. Nunca habrá
un tribunal adecuado ni abogados, etc. Será sólo un tribunal militar el que
determine tu futuro y tu vida. Tu mejor opción es cooperar conmigo'".
Lo más impactante de todo, sin embargo, son las afirmaciones de Deghayes de que, en Bagram, vio a un
preso que "fue golpeado hasta que la sangre goteó sobre el suelo de la
celda y quedó 'paralizado y mentalmente dañado'", que también
"presenció cómo mataban a tiros a un preso después de que hubiera acudido
en ayuda de un recluso al que los guardias estaban golpeando y pateando"
("El estadounidense", explicó, "dijo que había intentado coger
la pistola"), y que también estaba cerca cuando otro preso fue golpeado
hasta la muerte: "A uno llamado Abdaulmalik, marroquí e italiano, le
golpearon hasta que no oí ningún sonido suyo después de los gritos. Después
cundió el pánico en la cárcel y los guardias corrían despavoridos diciéndose
unos a otros que el árabe había muerto. No he vuelto a ver a este joven".
Dos asesinatos en Bagram -los de un hombre llamado Mullah Habibullah y un taxista llamado
Dilawar- son relativamente conocidos y han recibido una respetable cobertura
mediática (la historia de Dilawar, por ejemplo, fue objeto de un reciente
documental premiado, Taxi to the Dark Side, de Alex Gibney, cuya película
anterior fue "Enron: The Smartest Guys in the Room"). Éstos -y otro
asesinato no denunciado, mencionado por otros tres detenidos británicos,
Moazzam Begg, Richard Belmar y Jamal Kiyemba- se tratan en mi libro The Guantánamo
Files, pero el tercer asesinato descrito por los compatriotas de
Deghayes -de un joven afgano que intentó escapar- no se corresponden con los
descritos por Deghayes.
Me pregunto si el mundo está tan acostumbrado a los asesinatos bajo custodia estadounidense en
Afganistán que otros dos asesinatos de los que no se había informado hasta
ahora -el de un prisionero que sigue en el anonimato y el de un marroquí al que
al menos se recordaba por su nombre de pila- son incapaces de suscitar siquiera
una ola de indignación.

Omar Deghayes de niño
con su difunto padre, Amer. Fue la muerte de Amer, un destacado activista
sindical asesinado por el coronel Gadafi, lo que llevó a la familia de Omar a
huir a Gran Bretaña desde Libia en la década de 1980. (Foto de Cageprisoners).
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